KEN EL CHACAL VII – Boca Caliente Este relato es en parte traducción y en parte adaptación de otro original en
inglés: “Belly to Belly and Chest to Chest”, que puede encontrarse en la
sección “Stories” de este sitio. Alguien ha reconocido a Ken cuando ha liquidado al
sheriff Douglas Storm: nada de extraño, teniendo en cuenta que los estados
del Oeste están llenos de carteles con su rostro. La recompensa por su cabeza
ha aumentado considerablemente: después de haber matado a dos sheriffs, a un
ayudante de sheriff y a otros hombres de diversa catadura, Ken se ha
convertido en uno de los bandidos más buscados de los Estados Unidos. Es por eso que evita pasar la frontera, a no
ser que tenga que realizar algún trabajo especial en Arizona, por lo cual el
riesgo de encontrarse con otro sheriff queda limitado a algunos periodos de
tiempo, si bien para los cazadores de recompensas la frontera significa poco
y ahora son muchos los que están tras su rastro. Es Hugh
quien lo avisa, mientras Ken está en Cerro Alto. A la zona ha llegado un
hombre que está haciendo demasiadas preguntas y quiere respuestas. -
Ese tipo te busca, Ken. -
Ese tipo busca su perdición y
ya puede ir cavándose la fosa, Hugh. Ken tiene razón: Graham Haslett termina con cuatro balazos en la
espalda. Teniendo en cuenta que antes no tuvo la prevención de cavarse la
fosa, se queda sin sepultura: ya se encargarán los buitres de eliminar lo que
queda de él, después de que Ken haya orinado sobre el cadáver. Después de Graham llega otro, que termina de la misma manera. Sólo que
en este caso Ken se la mete además por el culo, mientras el tipo está
cascando: a Ken le gusta mucho follarse a los tipos que mata, antes o después
de haberlos dejado secos. Durante un tiempo dejan de llegar estos tipos: pocos desean ser follados
por el culo y después llenados de plomo (o viceversa). Sin embargo tras una
breve tregua llegan otros dos, que han estado olfateando su rastro desde hace
bastante tiempo: intentaron ya capturarlo durante una de sus expediciones a
Arizona. Ken está ya hasta los mismísimos cojones de toda esta jodienda.
Podría trasladarse más al sur, lejos de la frontera, pero mientras se lo
piensa de vez en cuando regresa a los Estados Unidos para resolver algún
asunto: a pesar de todo tiene que ganarse la vida. -
Estos dos son peligrosos, Ken.
Han capturado o liquidado ya a muchos con un precio sobre su cabeza. Son tipos que saben
hacer su trabajo, estos cabrones. -
Lo sé, Hugh, pero también estos
dos pedazos de mierda acabarán como los otros. Hugh asiente. Cruza los dedos para que Ken tenga razón: sería un gran
disgusto para él no poder disponer por más tiempo del mejor pollón que ha
experimentado en el culo (y en la boca) en toda su vida. Cambia de tema: -
¿Sabes que Cortacarajos ha
salido para Boca Caliente? -
¿Qué coño dices? Boca Caliente no es lugar para
Cortacarajos. Si el Diablo Loco se entera de que Cortacarajos ha metido sus
pezuñas en Boca Caliente, lo deja seco. Boca Caliente es el reino del Diablo Loco, lo saben todos y seguramente
lo sabe también Cortacarajos. Para el Diablo Loco la llegada de otra banda a
Boca Caliente sería una afrenta, algo que seguramente no está dispuesto a
tolerar. -
Cortacarajos lo sabe muy bien,
pero quiere vengarse de un tipo que se ha refugiado allí. Va en secreto.
Estos días el Diablo Loco está fuera, ha ido a resolver un asunto a Sonora. Ken está pensando. Tiene una vieja cuenta pendiente con Cortacarajos.
Con suerte, podría matar dos pájaros de un tiro. Boca Caliente no es un lugar
al que nadie vaya de buen gusto, ni siquiera él, porque allí reina ese hijo
de la gran puta del Diablo Loco, con el que él también tiene una vieja cuenta
pendiente. Una vieja cuenta que también, antes o después, tendrá que saldar.
Aunque de momento podría comenzar con ese cabrón mexicano. -
Creo que yo también me voy a
Boca Caliente, Hugh. Hugh arruga la frente y lo mira sin comprender. Ken sonríe. Sabe que su
plan es ambicioso y comporta bastantes riesgos. Prefiere no revelar lo que
tiene en mente, aunque sabe que de Hugh puede fiarse. Mediodía. El incandescente sol mexicano está en su cénit sobre las
ásperas colinas que circundan Boca Caliente. Un buitre da vueltas en el cielo
y observa a las dos figuras tendidas sobre las rocas, cerca de la ciudad.
Sabe que suele haber bastante alimento por estas zonas, pero estos cuerpos se
mueven todavía. El buitre, hambriento, vuela en círculos por encima de otra
colina, dejándose llevar por una corriente de aire caliente. Volverá, porque
antes o después aquí se encuentra siempre comida. Los buitres son pájaros
pacientes. Desde el borde de la colina rocosa, los dos hombres miran hacia abajo,
en dirección a la ciudad. Su larga búsqueda les ha traído por fin aquí, a
Boca Caliente. Han oído hablar de esta ciudad. Está llena de asesinos y
bandidos de toda calaña, precisamente el lugar adecuado para encontrar a Ken
el Chacal. Ese hombre ha matado a mucha gente, en diversos lugares de los
Estados Unidos y en México. Ha liquidado también a dos sheriffs. Se sabe que
ha violado a algunas de sus víctimas, antes o después de matarlas. Es un hijo
de la grandísima puta, con una hermosa recompensa sobre su cabeza y una
puntería excelente. No es una presa a la que se pueda infravalorar. Big Dan y el Holandés están tras sus huellas hace alrededor de un año
ya. Le han seguido la pista hasta México y ahora están a punto de reclamar
sus 10.000 dólares de recompensa. Pero antes deben capturarlo y llevarlo
desde Boca Caliente hasta la otra orilla del Río Grande, en Texas, donde ese
hijo de su puta madre colgará finalmente de una horca. Big Dan se vuelve hacia el Holandés, tumbado a su lado. Mirándolo, le
entran ganas de follar una vez más, pero ahora es momento de concentrarse en
el trabajo: -
OK, nos separamos aquí e
intentamos encontrarlo cada uno por su lado. Así llamamos menos la atención. Ciertamente, es difícil entrar en un lugar como Boca Caliente sin
hacerse notar: demasiada gente con una recompensa sobre su cabeza, que no desea
terminar con una cuerda al cuello y desconfía de los desconocidos. -
Está bien, nos encontramos en
el saloon a última hora de la tarde. Pero no bajes la guardia, gordinflón:
con un cuerpo como el tuyo es difícil pasar desapercibido, haces muy buena
diana. Big Dan masculla entre dientes, fingiéndose ofendido: -
Mira quién habla. ¿Te crees que
eres un figurín, tú? Luego Big Dan sonríe, se lleva el cigarro a la boca y comienza a
descender a lo largo de la falda de la colina en dirección a la ciudad. El Holandés
se queda un buen rato mirándolo: Big Dan está vestido como es habitual en él,
con los faldones de su camisa de franela azul dentro de los vaqueros, una
chaqueta de cuero, un pañuelo rojo al cuello, un desgastado sombrero negro,
botas negras y, naturalmente, su pesada calibre 44 al costado. Un oso grande
y pesado que deambula por el mundo magníficamente armado. El Holandés rememora con placer hasta qué punto han llegado a sentirse
ligados el uno al otro durante el último año, hasta qué punto se han sentido
bien estando el uno al lado del otro. Cómo ha disfrutado de Big Dan, cómo le
ha gustado, desde el primer momento. Tanto se gustaron el uno al otro, que
follaron la primera noche del día de su encuentro. El Holandés sonríe, perdido en los recuerdos, después parece despertar
de su ensueño: ahora es mejor que piense en aquello que deben hacer. Se pone
en marcha él también, y comienza a descender por una calle diferente a la que
ha enfilado su compañero. Big Dan está pensando más o menos en las mismas cosas que el Holandés.
Big Dan se ha sentido muy bien a su lado, como nunca antes le había sucedido,
el Holandés ha sido sin duda el mejor compañero que ha tenido. Esta larga
partida de caza ha creado lazos muy fuertes entre los dos y ahora Big Dan
espera que la captura del Chacal no signifique el fin de su relación. Dan ha llegado a los confines de la ciudad e intenta concentrarse en lo
que tiene que hacer, pero el recuerdo del Holandés continúa bulléndole en la
cabeza, distrayéndolo. Piensa en el Holandés, así como lo ha dejado al
separarse, con su mono vaquero desgastado, las botas y la camisa de franela.
Dan suelta una carcajada. El Holandés viste siempre igual: su camisa de franela y el mono vaquero,
como suelen hacer los inmigrantes holandeses. Dan vuelve a pensar en el
cuerpo que ha abrazado y poseído tantas veces, en el hermoso culo peludo, en
la polla que ha disfrutado, en el abrazo vigoroso de sus cuerpos. También el Holandés se está aproximando a la ciudad y, al igual que Dan,
no está concentrado en la tarea que tiene que realizar. Se mueve con cautela
a lo largo del camino y finalmente llega a la ciudad, pero su pensamiento va
hacia el torso enorme y a la panza prominente de Big Dan, a su pollón y a sus
cojones magníficos, a sus folladas. El pensamiento le está produciendo una
gran erección, que le impide caminar con facilidad. Dan intenta introducirse en la ciudad sin hacerse notar demasiado:
también él tiene cierta dificultad al caminar con el pensamiento del Holandés
en la cabeza. No consigue dejar de pensar en el cuerpo robusto y en el
vientre peludo de su rechoncho compañero. Apenas acaba de introducirse en un callejón oscuro cuando siente el clic
del percutor de una pistola. El vello de su grueso cuello rojizo se pone de
punta al oír el sonido inquietante: -
No te muevas, cabrón. Y levanta
las manos. La voz resuena a su espalda. Dan levanta lentamente las manos. -
Sacadle la pistola. Una mano le saca la calibre 44 del cinturón que le cuelga del muslo. -
Date la vuelta, lentamente. Dan obedece y se encuentra cara a cara con Ken el Chacal. -
Os he tenido pegados al culo
durante un año. Se acabó el juego, cabrón. Dan sabe que es hombre muerto. No dice nada. Las palabras no le van a
servir de nada. Los hombres del Chacal toman el sombrero de Dan, el cinturón
y la chaqueta. -
Atadle las manos. Le atan las manos detrás de la espalda. Ahora su pecho parece todavía
más amplio. Lo hacen caminar a través de la ciudad, hasta llegar a un patio,
y lo hacen detenerse delante del muro de un edificio que debió ser un
tribunal de justicia o una prisión. En las paredes se ven los agujeros de los
proyectiles: Dan no será el primero en ser acribillado a balazos contra este
muro. Dan conoce su destino, pero no tiene miedo. La muerte llega para todos
y Dan afrontará su propio fin con coraje. Mientras su pensamiento va hacia el Holandés, ve a dos hombres de
complexión oscura salir del edificio, arrastrando a su compañero. Lo colocan
a su lado. Se miran, sabiendo muy bien los dos lo que está a punto de
suceder. Dan sonríe. El Holandés le devuelve la sonrisa. Están contentos de
morir el uno al lado del otro. Ken da la orden a sus secuaces: -
Preparadlos para la ejecución. Dos hombres se aproximan para vendar los ojos de los prisioneros. Son
dos tipos mexicanos, con largos bigotes negros. Las camisas desabotonadas
dejan al descubierto sus pechos velludos. Vendan los ojos de Dan con su propio pañuelo y los del Holandés con un
trapo viejo sucio de polvo y sangre, que uno de los mexicanos se ha sacado de
un bolsillo. Ahora Dan y el Holandés no pueden ver nada. Pueden sólo esperar
la muerte que está a punto de llegar. Dan murmura: -
Gracias, Holandés. Ha sido
bonito trabajar contigo. Y estoy contento de cascar a tu lado. -
Gracias, Dan. Es una pena que
se haya acabado, pero ha sido … Los disparos interrumpen su diálogo. Dan siente el primer proyectil lacerarle la carne y entrarle en el
vientre, de repente, por encima del ombligo. Retrocede y jadea de dolor. El
Holandés siente el balazo en la barriga y casi se dobla en dos por el impacto
y el sufrimiento. Oye gemir a Dan a su lado, pero no puede saber hasta qué
punto es grave la herida de su amigo. Otro balazo golpea a Dan en la parte izquierda del vientre. Dan gime
como un oso herido. Puede oír cómo el Holandés respira afanosamente. El Holandés siente el segundo proyectil a la altura del estómago,
justamente debajo de las costillas. Se tambalea contra el muro y se desliza
sobre una rodilla, mientras la sangre brota de los dos agujeros de entrada y
de los de salida. El Holandés oye cómo Dan gruñe por el dolor y el esfuerzo.
Se da cuenta de que su compañero está todavía en pie y con un esfuerzo se
levanta él también sobre las dos piernas. Otro proyectil golpea a Big Dan y lo hace tambalearse y golpear la
espalda contra el muro. Sus vísceras están ardiendo y respira con dificultad.
Tiene la impresión de que el Holandés ha caído a tierra. Está a punto de
rezar para que no sufra demasiado. La tercera bala alcanza al Holandés en el pecho. El impacto lo lanza
contra el muro, golpeándose la cabeza. El Holandés siente el olor de su
sangre y respira con dificultad. Un cuarto proyectil traspasa el grueso vientre de Dan, sacudiendo su
cuerpo de dolor, mientras el plomo le penetra ardiendo en las vísceras. Dan
está seguro de que el Holandés tiene que haber cascado después del último
disparo. El Holandés recibe la cuarta bala en el pecho. El proyectil no alcanza,
por poco, su corazón pero el dolor y el impacto le hacen caer de rodillas y
después su cara golpea contra el suelo, donde yace inmóvil. Ken ríe: -
Eres duro de pelar, grandullón.
Tu amigo ya está en tierra. ¿Cuántas más balas puedes aguantar? El quinto disparo le lacera el pecho, a la derecha, haciéndolo gritar de
dolor. Gime aún, mientras el proyectil le traspasa un pulmón. Sin que Dan y Ken lo sospechen, el Holandés está todavía vivo. La última
bala lo ha paralizado, pero no está muerto. Con la caída la venda se le ha
deslizado de los ojos y puede ver a Big Dan que consigue permanecer en pie,
cubierto de sangre, tambaleándose. El Holandés se da cuenta de que se le ha
puesto la polla dura como una piedra, mientras mira cómo muere este oso
enorme. El sexto proyectil entra en Dan por el pecho, a la izquierda,
incrustándose en el otro pulmón y lanzándolo contra el muro. Siente el gusto
de la sangre y una debilidad que lo invade, mientras se esfuerza por
levantarse de nuevo. El Holandés mira a Ken mientras camina hacia Big Dan. -
¡Joder! Te me metido seis balas de tu propia
pistola y todavía no cascas, cabrón. Ken está asombrado de la resistencia que demuestra Dan. -
Está bien, entonces … Ken toma su propia pistola y la aprieta contra el pecho de Big Dan, a la
altura del corazón. El Holandés querría poder hacer algo, pero sólo puede
mirar. La pistola dispara y Dan siente el proyectil atravesarle el pecho y
destrozarle el corazón. Un embotamiento lo invade, mientras su cuerpo cede.
La sangre le llena la boca y los pulmones y este oso enorme se desliza a lo
largo del muro, cae de rodillas. Después se desploma hacia delante y yace,
inmóvil. El Holandés mira el cuerpo tendido. Ken se aproxima y le da una patada
al cadáver, volviéndolo sobre la espalda. El cuerpo está cubierto de sangre.
Ningún signo de vida. La venda que le cubría los ojos se le ha soltado. Los
ojos de Dan están abiertos de par en par, pero no pueden ver nada. El
Holandés puede ver la cara de su amigo, cubierta de sangre y de tierra. Sabe
que en poco tiempo le tocará a él. Ken mira los dos cuerpos, la polla le apunta erecta en los pantalones.
Llama a sus hombres, que llegan al instante. El Holandés mira a los dos mexicanos quitarse las camisas y después
inclinarse sobre el cuerpo de Dan. Le quitan las botas, le aflojan el
cinturón y le bajan los pantalones: saben lo que quiere su jefe. El Holandés observa el grueso cuerpo de Dan que los dos hijos de puta
están moviendo. Ve la polla del muerto, magnífica y tiesa como una morcilla a
punto de reventar. No se asombra al ver que ha muerto con la polla dura. El
sol hace brillar algunas gotas en el capullo. Dan debe haberse corrido
mientras cascaba. También el Holandés la tiene dura. Ahora Ken se desnuda. Es un gigante, más alto pero menos corpulento que
Dan. Tiene una verga magnífica, dura como la piedra. Ken separa las piernas
de Dan, bien abiertas, y da una orden a los dos mexicanos, para que lo
ayuden, levantando las piernas de Dan, de tal manera que pueda encularlo. iempre sin poder moverse, el
Holandés ve el culo de Dan, levantado de tal manera que deja bien a la vista
el agujero. Después Ken se arrodilla y con un golpe seco encula al cadáver.
El Holandés mira, fascinado, cómo Ken folla por el culo a Dan, con embestidas
frenéticas. Sabe que está a punto de correrse y que dentro de poco Ken lo
matará también a él, y después lo follará. Ken embiste, mientras oleadas de placer recorren todo su cuerpo. Mira a
los dos mexicanos: no quiere que, a la vuelta, se vayan de la lengua. Toma la
pistola y dispara una bala al pecho de Dan. Los mexicanos ríen, el cuerpo se
sacude por el impacto del proyectil. Uno de los dos mexicanos comienza a
hacerse una paja. Ken dispara de nuevo, traspasando el capullo de Dan,
mientras continúa embistiendo furiosamente. Los mexicanos ríen más fuerte.
Ahora se están haciendo una paja los dos. Ken siente el placer desbordarse y entonces dispara. Dos veces. Uno de
los mexicanos recibe una bala en el corazón, su cuerpo se arquea y cae,
mientras se corre. Al otro una bala le atraviesa el cerebro. Cae al lado del
Holandés, que mira el cuerpo rodar y detenerse, los ojos abiertos de par en
par. Ken se corre, gruñendo, mientras su calostro llena las vísceras de Dan. Permanece tendido sobre el cuerpo, mientras lentamente recupera el
aliento. ¡Joder, qué maravilla! Joder
a este cazador de recompensas ha sido un verdadero placer. Ken mira al otro
tipo. -
¡Coño! ¡Todavía estás vivo! Ken ríe a carcajadas. Se levanta y se aproxima al Holandés. -
Es verdad, todavía vivo … Esto
hay que remediarlo. Ken se aleja. El Holandés mira el cadáver de Dan. Ken lo ha jodido bien.
Lo joderá también a él. Está a punto de cascar. Y tiene la polla dura como
una piedra. Ken regresa. Le afloja los pantalones, después le quita las botas y le
descubre el culo. Lo levanta un poco, poniéndolo de rodillas, el culo al
aire. El Holandés siente el cañón de la pistola que se desliza a lo largo de
la raja, que aprieta contra el agujero. Se estremece, con una sacudida, cuando
Ken le introduce el cañón de la pistola. Sabe que Ken ha matado ya
disparándole a otros hombres dentro del culo. -
Cascarás así, cabrón, justo
así. Pero antes quiero follarte. Ken extrae la pistola. Le pone las manos en el culo y lo ensarta. Al
Holandés le da la impresión de que le están metiendo un espetón, como a un
pollo asado, por el culo. Siente la carne lacerarse y el dolor le nubla la
vista. Mira de nuevo a Dan. Este hijo de puta lo ha jodido también a él. A pesar del dolor de las balas y la afrenta de la verga que le desgarra
las vísceras, el Holandés siente crecer la excitación. Querría poder matar al hijo de puta que lo está enculando, pero Ken ha
matado y jodido a Dan, ahora le toca a él, y debe aceptarlo. Ken se corre. Se retira. Empuja la pistola a fondo en el culo, haciendo
estremecerse, con una sacudida, al Holandés. Entonces dispara, tres veces. El
Holandés siente la oleada de placer envolverlo, mientras el dolor que estalla
en su culo lo arrastra a la nada. Ken se levanta. Mira los dos cadáveres. Ríe. Está satisfecho de la
jornada. Ken agarra los cadáveres y los carga sobre un caballo. Los lleva fuera
de la ciudad y los abandona uno encima del otro en las colinas. La primera
parte del plan ha salido a pedir de boca. Estos dos pedazos de mierda
pensaban joderlo y han terminado jodidos. Dan y el Holandés yacen bajo el sol ardiente, uno encima del otro, como
han estado tantas veces en su vida, desde que se conocieron, vientre con
vientre, pecho con pecho, desnudos en el mismo lecho y ahora sobre las rocas.
El sol incendia las colinas. El buitre vuela en círculos y observa las
dos figuras que yacen inmóviles sobre las rocas. Desciende a tierra. Hay de
nuevo comida disponible. El buitre clava su pico ganchudo en el vientre peludo de Dan. Muchos
otros buitres se unirán a él y pronto de los dos cuerpos quedará sólo una
pila de huesos. Autor original italiano: Ferdinando Traducción castellana-española: Carlos Hidalgo |