Azuma

 

 

II

 

Tokio, enero 1989

 

 Azuma Toshitami termina de ajustarse el nudo de la negra corbata ante el espejo de su masculino tocador: desliza el lazo un poco por debajo de su nuez de Adán aflojando la presión pero procurando que la prenda quede perfectamente en su lugar; se abrocha a continuación los botones de la negra chaqueta por encima de la camisa inmaculada y estudia su semblante ante el azogue; no hay nada de impostura en su ademán más grave incluso del habitual: Hiro-Hito, Emperador del Japón, el hombre que antes de 1945 fue para sus súbditos un dios – ni siquiera con su mirada podían su rostro contemplar – acaba de morir como anciano mortal tras casi nueve décadas de existencia, consumido por un cáncer de páncreas, después de una agonía que no parecía nunca terminar; para un hombre de tradicionales lealtades como el agente Azuma la figura del único monarca que había conocido en su país es un referente fundamental desde su infancia – cuando en la escuela cantaba con los demás niños ante la efigie del monarca el “El reino de Su Majestad Imperial” – y un símbolo nacional cuya preeminencia debía perpetuarse en sus sucesores: no cabía en la mente del policía la más mínima duda sobre esa significación.

 Por eso hoy Azuma Toshitami está de luto como toda la nación, y prescinde de sus prendas habituales de “dandy” nipón para adquirir un mucho más austero ademán: nada de dorados accesorios en las solapas ni en los puños de la camisa, su pelo perfectamente peinado pero apenas perfumado con un poco de  colonia para esta ocasión, circunda su muñeca con un “juzu”– el rosario de cuentas del culto budista de su país – en lugar del reloj de pulsera de oro que habitualmente suele utilizar – lleva un pequeño cronómetro en un bolsillo del pantalón - ningún pañuelo de “gentleman” asomando por el bolsillo pectoral de la chaqueta negra que le comprime el torso … las prendas continúan no obstante ciñéndose a su cuerpo como si un sastre particular las hubiera preparado exclusivamente para él, la tela del luto se ajusta a sus atléticos contornos como si quisiera confundirse con ellos y cuando el agente Azuma se arrodilla ante la efigie fotográfica del monarca muerto los muslos de sus piernas de artista marcial presionan con persistencia el negro pantalón.

 Mientras musita una oración sintoísta por el alma del difunto Emperador el policía desliza sus dedos por las negras cuentas del rosario budista en una manifestación de sincretismo religioso un tanto superficial: no es el agente Azuma un hombre de profundas convicciones religiosas o de una especial espiritualidad; insistimos no obstante en su inquebrantable apego a las tradiciones ancestrales de su nación: aunque la muerte del Emperador no le conmueva hasta las lágrimas no podemos decir por ello que Azuma Toshitami no la haya sentido “de verdad”. Hoy además le llama su deber: Nakamura le ha convocado para una reunión urgente de la Comisión Nacional de Seguridad.

 

 “El Emperador ha muerto”. El jefe del gabinete y portavoz del gobierno nipón apareció con gesto apesadumbrado en la pantalla plana de alta definición del televisor mientras el policía terminaba su desayuno. Habían transcurrido ciento once días desde que el Emperador tuviera un vómito de sangre que le arrastraría a una larguísima agonía. El Trono del Crisantemo quedaba vacante en espera de las pequeñas posaderas de Aki-Hito, el nuevo Emperador, totalmente desprovisto del mito que rodeó la figura de su padre. Nakamura le llamó por teléfono casi a continuación:

-            Azuma Toshitami, ¿está viendo la televisión?

-            Sí, Nakamura Kentaro, la estoy viendo.

-            ¡Tenno Heika Banzai!

-            ¡Tenno Heika Banzai!

 Algunos granos de las gachas de arroz que estaba masticando saltaron al aire con su saliva cuando el policía respondió al grito ritual de su superior con su propio grito a pleno pulmón … el agente Azuma deslizó rápidamente la lengua por sus labios y se los limpió después con un pañuelo que pasó también por su mentón, comprobó que no se había manchado la chaqueta ni el pantalón y escuchó con atención las palabras de Nakamura:

-            Le necesito inmediatamente en la prefectura. Persónese lo antes posible. Primero reunión en la Agencia Nacional de Policía, a continuación Comisión de Seguridad Nacional.

-            Allí estaré. Espero que hoy el tráfico no colapse.

-            Ponga alguna insignia policial en su vehículo. Puedo enviarle escolta.

-            NO, Nakamura, nada de escolta. Las ventanas tintadas y los cristales antibalas con suficiente protección.

-            Como quiera, pero no tarde.

-            Pondré la insignia. No tardaré.

 

Mientras conducía hacia las dependencias de la prefectura de policía el agente Azuma escuchaba las noticias en el aparato de radio de su automóvil; el locutor comunicaba cómo se iban cumpliendo escrupulosamente los principios de la Constitución: ninguna sorpresa, todo según lo previsto. El gran chambelán de palacio había hecho pública la noticia con la que esa mañana se habían despertado todos los japoneses; a través de las ventanas tintadas del vehículo podía ver el policía – sin ser visto a su vez – cómo muchos de ellos comenzaban su peregrinaje ante la explanada del Palacio Imperial para rezar, llorar, y dar su último “Sayonara” al monarca que comenzaron adorando como a un dios miope en su plena juventud y concluyeron despidiendo como a un nonagenario estragado por la enfermedad, casi completamente desprovisto de Su Sagrada Significación. Azuma Toshitami pudo comprobar durante esas “jornadas de dolor nacional” que el Japón que había idealizado como muchacho quedaba ya muy lejos del país verdadero que sus ojos de hombre maduro presenciaban, que el luto oficial se respetó de manera muy desigual: unas trescientas mil personas acudieron, bajo una persistente lluvia, a firmar en los registros de condolencia ante el Palacio Imperial; él mismo cumplió con todos los protocolos que le exigía su profesión y supervisó personalmente la seguridad de los accesos a las dependencias palaciegas durante aquellos días de duelo y funeral, tal y como Nakamura le había encomendado durante la reunión de la Comisión Nacional de Seguridad. A su alrededor, no obstante, pudo observar señales de indiferencia, cuando no de hostilidad: pequeños grupos de jóvenes que denunciaban a gritos y con pancartas “la glorificación del Sistema Imperial” estuvieron a punto de sacarlo de sus casillas y devolverlo a sus años de juventud como activista de la extrema derecha nostálgica de los años de esplendor de un Imperio que se extendió por Asia a sangre y fuego y que solo la explosión de dos bombas atómicas de los americanos pudo - seguramente ya para siempre - obliterar. Aquellos “extremistas” se desgañitaban con verdadera furia, vigilados a distancia por los policías que él mismo comandaba; había momentos en que Azuma Toshitami parecía desdoblarse en dos: por un lado el agente de la ley y el orden que con mente fría se atenía escrupulosamente a los protocolos de seguridad y sólo ordenaría una intervención represiva en caso de ser estrictamente necesario  – “la libertad de expresión” estaba completamente protegida por la Constitución – y por el otro el “Mister Hyde” de su juventud  que parecía rebullirse en su interior … esa esquizofrenia estuvo a punto de jugarle en esos momentos una mala pasada: como si no pudiera entender “la pasividad” de los compañeros que él mismo comandaba ante el griterío de los manifestantes, el agente Azuma se encrespó como un gallo y sacó sus espolones: avanzó hacia ellos en solitario, con todos sus músculos de artista marcial preparados y en tensión bajo su ropa de paisano, con tal determinación que al verlo aproximarse algunos de los jóvenes comenzaron a retroceder sin dejar de gritar sus consignas “contra el Sistema Imperial” … uno de los izquierdistas, no obstante, un muchacho musculoso, salió del grupo de manifestantes y plantándole cara avanzó a su vez hacia él … le hizo gestos desafiantes con la mano para que siguiera acercándose, parecía dispuesto a combatir cuerpo a cuerpo contra el policía … Azuma Toshitami apretó los dientes y los puños con ferocidad, casi completamente fuera de control cuando … “Azuma, NO!  ¡Retroceda, ES UNA ORDEN!” … La contundente orden de Nakamura retumbó en el oído de Toshitami a través del auricular y le hizo detenerse en seco con todo el poder de la autoridad que sobre él ejercía su inmediato superiorretrocedió poco a poco sin dejar de lanzar miradas primero de odio y desprecio después hacia su frustrado oponente, que seguía haciéndole gestos de desafío … Nakamura le había pedido expresamente “contención” en la reunión de la Comisión Nacional de Seguridad. “Los ojos del mundo nos contemplan, Azuma Toshitami, debemos actuar con absoluta profesionalidad, de acuerdo con los principios de la Constitución. Japón, no lo olvide, es un país democrático, gobernado por un Partido Democrático y Liberal, con pluralismo político y libertad de expresión.” Comprobó el policía en otro momento cómo unas “fans” quinceañeras protestaban no menos airadamente por la suspensión del concierto de uno de sus cantantes favoritos, al igual que había sucedido con el resto de los actos públicos. En esta ocasión le acometió una cierta perplejidad, como si se diera cuenta de repente del abismo que, cercano ya a los cuarenta, le separaba de aquellas nuevas generaciones de compatriotas. A la perplejidad siguió la tristeza; infinidad de tokiotas, afectados o no por el deceso del anciano monarca, continuaron practicando su “deporte” favorito del fin de semana: ir de compras. Los grandes almacenes no cerraron, aunque muchos colocaron grandes fotos de Hiro-Hito, con cintas negras rodeadas de crisantemos blancos, en señal de luto, pero sin dejar que ello condicionara sus negocios. Acudieron a su mente sus escapadas con Selma desde Osaka a la capital para que la sueca hiciera sus compras, sus paseos de clandestinos enamorados por los parques, sus almuerzos en los merenderos cuando finalmente Toshitami, entre aquellas verdes frondas, se atrevía a tomar la mano que su amada le ofrecía - ¿estuvo enamorado, verdaderamente, de aquella extranjera, estuvo ella enamorada de él, o fue todo producto de una compartida pulsión sexual? – el policía perdía el pudor que le llevaba a reservar esas muestras de afectividad para su intimidad, y caminaban por los senderos menos concurridos como tantos enamorados que han sido y en el mundo son – “Selma … Selma … Selma …”, “eres eléctrico, Toshitami … eres eléctrico …” – o mezclados con la multitud del parque paseaban – y pasaban – casi inadvertidos en la hormigueante concurrencia que por escaso tiempo disfrutaba de su ocio; se detenían a presenciar – algo burlona ella, con serio semblante él  – el espectáculo ofrecido por los jóvenes “punks” y “heavy” nipones que, sin romper un orden de grupo de gimnasia china, acaparaban el espacio de una amplia avenida para practicar “breakdance” al ritmo de conjuntos roqueros, equipados con los últimos avances de la tecnología musical japonesa. Con sus cazadoras de cuero negro, sus “cadenas” y sus brazaletes, sus   cinturones de púas, sus coloreadas y tiesas crestas en el pelo, resultaban pintorescos incluso para el mismo Toshitami, habituado a ellos, que los consideraba exponentes de la degeneración cultural nipona de finales de este convulso siglo XX y los despreciaba. “Aquí los jóvenes no se drogan,” le comentaba a Selma, “pero imitan todo lo peor de vuestro Occidente, lo más sucio, feo y corrompido, sin analizarlo primero.”  La sueca sonreía y pedía un poco de indulgencia para ellos: “No seas tan duro, Toshitami, a mí me parecen unos chicos muy disciplinados: estos no son nuestros años sesenta, desde luego. Vosotros tenéis una capacidad innata para integrarlo todo en el engranaje del Sistema, y estas modas comienzan a estar pasadas en “nuestro” Occidente. A mí me resultan divertidos, sin más.”  “Sí,” replicaba él, “son unos monitos muy graciosos, ¿verdad?, pero, por eso mismo, no son verdaderos japoneses, nunca lo serán.” Azuma Toshitami ensombrecía entonces su ademán y se preguntaba en silencio “si era él un verdadero japonés”, cautivado por el cuerpo de esta extranjera, “su walkiria”, asimilador imitativo a su vez de bastantes aspectos de la cultura occidental, quién sabe si hasta más superficiales que aquellos que en esos jóvenes compatriotas no toleraba, aunque se decía que “lo bello es bello, proceda de donde proceda, pero nada de bello había en aquellas muestras de degeneración cultural.”  En una ocasión Selma le preguntó por la fascinación que había observado en muchos jóvenes nipones por las películas de “yakuzas” – que tenía constancia había sido compartida por anteriores generaciones – y quiso conocer la causa … el agente Azuma pareció meditar con grave semblante durante unos minutos qué respuesta ofrecer, hasta que dijo con un poco de nudo al principio en su garganta: “La Yakuza … de alguna manera … forma parte de nuestra tradición … es una organización centenaria … pero son criminales … corrompen los cimientos de nuestra nación … compran políticos … empresarios … se infiltran en las altas esferas … conspiran para derribar gobiernos … colocar a otros más proclives a ellos en el poder … trafican con drogas … con armas … con esclavas sexuales … comenzaron como bandidos … siguen siendo bandidos … muchos jóvenes los admiran, SÍ, y quieren ser como ellos … pasarse a sus filas … no es sólo una cuestión de … películas … son peligrosos … muy peligrosos … no tienen piedad con sus enemigos …” Azuma Toshitami parecía perdido en su meditación sobre el asunto que su amada le había inesperadamente propuesto como pregunta …  quiso la sueca saber si él había combatido en algún momento, como policía, profesionalmente, contra la Yakuza …  Azuma Toshitami se mantuvo en silencio, entonces, sintiendo durante prolongados segundos una particular presión en su pecho que por unos momentos pareció casi cortarle el aliento. No le respondió …

-            ¿Nunca le habló a la sueca de sus operaciones contra la Yakuza? – pregunté al profesor X-San.

-            Nunca … así lo hace constar ella en sus diarios … sólo en esa ocasión se permitió … nombrarla.

-            ¿Había emprendido ya Azuma acciones contra la Yakuza   cuando conoció a esa mujer?

-            Es muy posible, aunque a un nivel inferior al que accedería después, como Supervisor General de La Lucha Contra el Crimen Organizado en Japón. Una cadena de exitosas operaciones a ese nivel inferior le fue permitiendo ascender en el escalafón policial ganándose poco a poco la confianza de la Comisión Nacional de Seguridad. Su currículum fue creciendo de manera discreta pero sus últimas operaciones fueron espectaculares y terminaron con el arresto y encarcelamiento de algunos de los más célebres capos de los clanes yakuzas: para algunos de ellos la Fiscalía pidió perpetua prisión, para otros la pena capital, y todo ello gracias al que la prensa tan impropiamente llamó “nuestro James Bond japonés”. Nakamura solo era su inmediato superior pero las decisiones más relevantes le correspondían a él. Azuma Toshitami era consciente no obstante de que su puesto le colocaba como un objetivo principal a abatir por los yakuzas. Sabía que su vida podía terminar antes de cumplir los cuarenta años de su edad … no se engañaba …

-            ¿Lo sabía, profesor X-San?  Quiero decir … ¿era … completamente consciente … de Cómo Podía Ser Su Final?

-            No sé … si hasta esos extremos … Hidalgo-San … pero … nuestro policía sabía perfectamente que la Yakuza había puesto precio a su piel … que se la quería cobrar …

-            ¿Seguía manteniendo su relación con la sueca cuando lo secuestraron?

-            No … se habían separado ya … cuestiones de Estado … la posibilidad de un conflicto diplomático … pero esa es otra cuestión, Hidalgo-San …

-            Sí, claro, ya sé … mi querido profesor … pero comprenda que soy mexicano … “latinoamericano” … compréndalo … y en Latinoamérica nos encantan las telenovelas … je, je, je … ya me contará todo ese asunto del embajador, el guardaespaldas, la esposa del embajador … je, je, je … al final no era el agente Azuma tan ascético como quería hacer a todos ver … a su manera paradójicamente exhibicionista … más que un monje de las artes marciales era nuestro policía … un maestro de las artes amatorias también … je, je, je …

 

 El profesor X-San frunce un poco el ceño mientras mantiene entre sus manos la amplia carpeta con cubierta de cuero negro en cuya portada puede leerse en plateados caracteres nipones “AZUMA” y que es apenas la primera de la colección que conserva sobre la vida y la muerte del agente Azuma Toshitami: recordaremos por tanto antes de proseguir con nuestro relato que es a partir de los diarios personales del profesor X-San de la Universidad de Kioto – historiador, especialista en la historia de la Yakuza – base de sus Informes Secretos para el Ministerio del Interior del Reino de Su Majestad Imperial del Japón cómo yo, Carlos Hidalgo, seguro servidor de ustedes, compongo para mis curiosos lectores en español esta ficcionalización – que no “ficción” – de la prolongada carrera criminal del Muy Honorable Morimoto Kenzo y particularmente de los hombres a los que Su Mano Magnífica dio Una Muerte Que Nunca Hubieran Podido Ni En Sus Peores Pesadillas Esperar: la particularidad de esta historia que en estos momentos como escritor tengo entre mis manos – y que procuraré una vez más de la manera menos torpe poderles transmitir - es que el agente Azuma Toshitami de las Fuerzas Policiales de Japón fue “la primera víctima mortal” de El Que en algunos momentos llamaremos sin hipérbole Morimoto El Magnífico: porque sin hipérbole podemos afirmar que con la aniquilación de este policía japonés y la consiguiente ascensión a Las Más Altas Esferas Criminales de Su Matador se produce en la Historia de la Yakuza un auténtico “antes” y un verdadero “después” … anticiparemos que eliminando a nuestro policía – y eliminándolo “de la manera en que lo eliminó” – un jovencísimo Morimoto Kenzo se ganó para siempre el respeto de la totalidad de los clanes yakuzas que lo reconocieron durante largos años como Su Jefe Supremo, Su Magnífico Monarca, el Aglutinador de Todos los Clanes Bajo Su Mando Único e Indiscutible … por eso Azuma Toshitami es para nuestra serie de Historias de la Yakuza … alguien … tan especial …

 El profesor X-San acaricia con sus delicados dedos la cubierta de cuero negro de su carpeta deslizándolos por los caracteres nipones en los que está escrito en caligrafía de plata el nombre “AZUMA” y lo escucho suspirar … no se ha mostrado receptivo hacia mis humoradas sobre “las artes eróticas” de nuestro policía con las mujeres y especialmente con “aquella mujer”: a veces puedo apreciar en mis conversaciones con mi querido amigo el profesor ciertos momentos de lo que podríamos llamar “incompatibilidad de caracteres culturales” que si no fuera por lo que conjuntamente compartimos podría llegar a crear una barrera insuperable entre los dos; su seriedad japonesa no parece mostrar proclividad a los chismes de cama sobre una pareja adúltera heterosexual – e interracial – y  sospecho que en cierto modo considera que la relación de Azuma Toshitami con aquella extranjera fue una especie de debilidad del espíritu japonés en un hombre al que tantos años después de Su Muerte A Manos de Morimoto Kenzo de una manera un tanto paradójica parece admirar …

-            Azuma Toshitami fue … a su manera … como funcionario de las Fuerzas Policiales de Japón … un verdadero héroe de nuestra nación … pero era un hombre, Hidalgo-San, no era ningún dios ... ha sido injustamente tratado por mis compatriotas tras Su Muerte por sucumbir finalmente al dolor de la carne, a su humana condición, a la humana angustia que incluso asalta a los héroes y los hace desfallecer … dicen que de alguna manera traicionó a su nación sucumbiendo a Su Torturador … No imaginaba Lo Que Le Esperaba … El Muy Honorable Morimoto Kenzo había cumplido apenas los diecinueve años de edad  cuando … Lo Mató … matando antes Su Alma que su cuerpo … pidió expresamente a Su Padre El Muy Honorable Morimoto Shingo que le reservara a Azuma Toshitami … para Él … no me parece justo que aquellos que lo menospreciaron tras Su Fracaso no tuvieran en cuenta La Magnificencia de El Hombre Que Tuvo Que Confrontar … ¿cuántos de ellos hubieran aguantado ni siquiera una sola sesión con Morimoto Kenzo en Su Sala del Sufrimiento? … Azuma Toshitami aguantó hasta que sus últimas fuerzas le abandonaron y … solicitó Su Muerte a Su Matador … ahora que tantos años después todos conocemos Las Hazañas de El Muy Honorable … ¿quién se atrevería a reprocharle nada a nuestro policía? … Su Fracaso Final no es motivo alguno para que de alguna manera lo dejemos de honrar … como él se merece … en nuestra memoria …  

    El profesor X-San vuelve a suspirar mientras desliza sus delicados dedos por los pictogramas plateados que sobre el negro cuero de la carpeta conforman el nombre “AZUMA” y puedo imaginar entre los pliegues de la pernera de su pantalón una incipiente erección … “La Pasión y Muerte de Azuma Toshitami A Manos de Morimoto El Magnífico” es sin lugar a ninguna duda un episodio de sus “Historias de la Yakuza” que cuenta con su especial predilección … es evidente la atracción de mi querido amigo el profesor por la personalidad de este policía … por su cuerpo … del que apenas deben quedar algunas partes ya … tantos años después de Su Deceso … y cuando finalmente me pide que me siente a su lado en el amplio sofá de cuero corrugado contemplo cómo sus delicados dedos se deslizan por la amplia fotografía que como lámina plastificada encabeza lo que podríamos considerar el capítulo primero de su relato …

-            Era un hombre hermoso, Hidalgo-San … mírelo aquí … es una fotografía oficial de la Comisión Nacional de Seguridad … pocos meses antes de Su Secuestro … está sentado y mira a la cámara con apariencia de seguridad … como siempre con esa elegancia tan suya en el vestir … la chaqueta azul … la corbata … la camisa … el chaleco … los pantalones … la configuración de su cuerpo permitía que las prendas se ajustaran a su anatomía con una casi absoluta perfección … sabía seleccionar su ropa pero … no era solo eso … era una elegancia de aristócrata nipón … pertenecía a una antigua estirpe de samuráis … genéticamente depurada a través de los siglos por una sucesión de continuas luchas por la preeminencia … he investigado en las ramas de su árbol genealógico y he encontrado que algunos ancestros suyos fueron Señores del Shogunato … bravos guerreros … orgullosos … temibles en su tiempo … ejercían su poder en nombre del Emperador pero en realidad el monarca estaba de alguna manera sometido a ellos también … durante muchos siglos fue así … pero esa es otra historia … mírelo, Hidalgo-San, con esa severidad en el semblante que intenta transmitir al espectador una Sensación de Seguridad … como si con esa mirada nos dijera a nosotros – sus compatriotas obedientes al Orden y a La Ley “No Tenéis Nada Que Temer, atravesamos tiempos turbulentos, pero Nuestra Nación prevalecerá contra El Crimen Que Nuestra Propia Nación Produce … Yo, Azuma Toshitami, Supervisor General de La Lucha Contra El Crimen Organizado En El Reino del Japón, Os Prometo Que Acabaré con El Poder de La Yakuza en Nuestra Nación, Que En Toda Ella Prevalecerá El Orden y La Ley. Podéis Estar Completamente Seguros De Que No Os Defraudaré.”

 Pero … si aproxima sus ojos a la fotografía … observará que la serena arrogancia de su ademán está contrapunteada por algunas arrugas de expresión que a un observador intuitivo para las señales no verbales le indican una profunda preocupación … un leve púrpura en los párpados apunta a algunas noches de insomnio … la tensión en los músculos de la mandíbula – los dientes apretados – pueden indicar más que determinación … las consecuencias en su psique de largos meses de acumulado estrés: en Su Escalada En La Lucha Contra El Crimen Organizado le estaba haciendo pagar su peaje particular pese a un entrenamiento físico que en ningún momento interrumpió ni descuidó … esas consecuencias no pasaron desapercibidas para Nakamura, especialmente tras el incidente con los manifestantes izquierdistas en la explanada de acceso al Palacio Imperial que él con una orden oportuna gritada desde su despacho de la Comisión Nacional de Seguridad al auricular del enfurecido policía supo convenientemente en su principio detener …

 

 Nakamura observa detenidamente a su su supuesto subordinado mientras le extiende su petaca de cuero negro con un cigarrillo asomando por el extremo … con un gesto de amabilidad le invita a tomarlo con sus dedos:

-            Es tabaco negro, Azuma Toshitami, he estado observando que ha vuelto a fumar …

- Muchas gracias, Nakamura Kentaro, me queda tabaco aún en mi propio paquete …

 Azuma Toshitami introduce los dedos de su mano derecha en un bolsillo de su chaleco y extrae de su fondo un paquete de cigarrillos casi consumido … en contraste con el porte elegante del policía el paquete está arrugado y los pequeños cilindros de papel que circundan las hebras de tabaco negro están casi partidos por su mitad … tampoco eso le pasa desapercibido a Nakamura, que escucha cómo Azuma Toshitami murmura unas palabras de desagrado al advertirlo … lo admite ante su superior:

-            Están … partidos … sólo me quedan … dos …

El agente Azuma despliega sus labios en una sonrisa que por un momento le parece estúpida a Nakamura, siente incluso que un poco de rubor asoma a los pómulos del policía, como si ese paquete arrugado y esos cigarrillos partidos delataran ante su superior una especie de profunda debilidad de su psique … como si fueran el síntoma de una oculta enfermedad …

-            Tómelo … es negro también …  

-            Gracias, Nakamura Kentaro …

    Azuma Toshitami toma el cigarrillo que le ofrece su superior con una inclinación de su cabeza y adelanta el torso a través de la mesa del despacho de Nakamura para que este aproxime la llama de su encendedor al extremo del cilindro y se lo encienda: nada más prender la llama en el extremo el policía da un par de profundas caladas inspirando el humo hacia sus pulmones mientras con sus dedos sostiene el cigarrillo en sus labios … los músculos faciales del agente Azuma parecen ir destensándose a medida que fuma el cigarrillo con auténtica fruición … mientras su boca expulsa algunas volutas del humo expirado sonríe con satisfacción … Nakamura se enciende un cigarrillo para él y pregunta a su subordinado:

-            ¿Está más relajado ya, Azuma?

 El policía vuelve a sonreír con una sonrisa que vuelve a parecerle un poco estúpida a Nakamura, como la de un niño travieso que hubiera sido agarrado por su padre en alguna travesura y quisiera hacerse el inocente, como si aparentase no comprender a que se refiere su inmediato superior en el escalafón policial cuando le hace esa pregunta …

-            ¿Relajado? … Claro, Nakamura Kentaro, estoy … bueno, no sé exactamente qué quiere decir … ¿por qué tendría acaso que estar … “relajado”? …

-            No me gustó nada el incidente de la explanada del Palacio, Azuma Toshitami … perdió claramente los nervios: cayó en la provocación de los manifestantes izquierdistas … estuvo a punto de entrar en un cuerpo a cuerpo con uno de ellos delante de centenares de testigos; ¿se imagina el espectáculo que ello hubiera supuesto y sus consecuencias para la imagen pública de las Fuerzas Policiales del Japón en plena Jornada de Duelo Nacional por El Alma del Emperador? … su actuación fue muy poco profesional en esos momentos … afortunadamente yo estaba supervisando la escena desde aquí por el circuito cerrado de televisión y pude detenerlo a tiempo … espero que no vuelva nunca a repetir algo por el estilo, Azuma Toshitami, porque es usted en estos momentos el policía más prestigioso del país y sería una verdadera lástima que por no saber controlar sus nervios hiciera algo … muy poco profesional … algo estúpido … que empañara de alguna manera su brillante carrera profesional … prométame que algo así no volverá a suceder.

 

 El agente Azuma inclina la cabeza con los pómulos levemente pintados de una especie de adolescente rubor: las palabras de Nakamura no están exentas de amabilidad pero son evidentemente una reprimenda y el policía se siente verdaderamente avergonzado como un muchacho amonestado por un padre por el que se siente, a pesar de todo, amado, pues sabe que todo esto lo dice por su bien y por el bien del Japón.

-            Perdí … los nervios … es cierto … me enfurecieron esos gritos contra Nuestro Difunto Emperador … no actué profesionalmente, Nakamura Kentaro, y le pido por eso perdón. Espero que ese incidente no le haya hecho perder la confianza en mí.   

-            ¡Por supuesto que no, Azuma Toshitami!  ¿Perder la confianza en el mejor agente de las Fuerzas Policiales del Japón? … ¿en el hombre que ha llevado ante los Tribunales de Justicia a los más peligrosos criminales de nuestro país? …. ¿en “Azuma El Justiciero”, en “el James Bond japonés”? …

-            Oh … no … por favor … Nakamura … otra vez …  

-            He, he, he … estaba bromeando … ya sé que no le gusta nada que lo llamen así … ya sabe, esos periodistas … pero en cierto modo hay mucho en ello de verdad, Azuma Toshitami … usted es en estos momentos un auténtico héroe en nuestro país, especialmente para las nuevas generaciones de policías que ven en usted un verdadero modelo a seguir … por eso, con todo el prestigio que tan justamente se ha ganado, no debería ahora … como se dice vulgarmente … “meter la pata” … ¿no cree? …

-            Ya se lo he dicho … no volverá a suceder … se lo prometo.

-            ¿Demasiada presión, quizás, últimamente?

-            NO … no es eso … me gusta mi trabajo … le entrego toda mi dedicación y … está siendo muy productivo … doce clanes de la Yakuza han sido desarticulados en los últimos dos años … y el mérito no es solo mío, Nakamura Kentaro, miles de nuestros agentes están trabajando codo con codo en todo el Japón bajo Nuestra Supervisión … Nuestro Objetivo es acabar de una vez y para siempre con siglos de criminalidad organizada en nuestro país … Imponer la Supremacía del Estado sobre los clanes criminales … encarcelar a esos bandidos … entregarlos ante La Justicia para que Ella decida sobre su destino final.

-            Y lo conseguiremos, Azuma Toshitami, pero para eso le necesitamos a usted en su pleno potencial …

-            Estoy En Mi Pleno Potencial, Nakamura Kentaro.

-            En ese caso, por favor, acompáñeme, tenemos que preparar el mapa de operaciones antes de la próxima reunión de la Comisión Nacional de Seguridad …

 

 El agente Azuma se levanta de su asiento y sin dejar de fumar sigue a su superior hasta una estancia adyacente en la que aparece desplegado en vertical sobre una especie de alargado caballete de madera – como si fuera un lienzo – un mapa político administrativo del archipiélago del Japón: sobre el territorio representado aparecen a su vez las distintas prefecturas de la policía implicadas en El Combate Contra El Crimen Organizado … Azuma Toshitami las conoce a todas ellas porque durante los últimos años se ha personado en cada departamento supervisando las operaciones: podría recitar todos sus nombres de memoria sin que esta le fallara en uno solo … Tokio, Osaka, Kanagawa, Aichi, Saitama, Chiba, Hokkaido, Hiogo, Fukuoka, Hiroshima, Kioto, Niigata … Azuma Toshitami detiene sus ojos por unos momentos en ese último nombre y los latidos de su corazón se comienzan a acelerar … las caladas que da a su cigarrillo son aún más profundas y apenas es consciente de cómo su mirada de ese nombre parece querer apartarse … el agente Azuma tose un poco cuando el humo inspirado del tabaco negro parece concentrarse en su garganta sin descender hacia los pulmones … Nakamura lo mira y mirando al mapa a continuación va diciendo como recitando:  

-            El clan Yamagawa desarticulado en Fukuoka … el clan Nishimura en Hiroshima … el clan Kato en Kioto … el clan Kishaba en Saitama … el clan Nakahara en Hokkaido … el clan Takamoto en Hiogo … el clan Watanabe en Tokio … el clan Kawasaki en Okinawa … el clan Uchima en Wakayama … el clan Takahashi en Shizuoka … el clan Kimura en Yamagata … el clan Yoshida en Nagano …

Nakamura se detiene y vuelve a mirar al agente Azuma:

-            ¿Qué sucede en Niigata, Azuma Toshitami? …

 El policía apura su cigarrillo, tose de nuevo, y presiona el consumido cilindro sobre un cenicero de metal colocado sobre una mesa …

-            Las operaciones … están resultando … más complicadas allí … tenemos inteligencia de que hay varios clanes coaligados en Niigata … una especie de … confederación … han superado antiguas rencillas entre ellos y … han unido fuerzas … contra nosotros …

-            ¿Quién … “coordina” … esa “confederación”? …

-            Nuestra inteligencia parece apuntar a Morimoto Shingo.   

-            Pero los Morimoto son de Yokohama …   

-            Sí, son originarios de allí, pero sus operaciones se extienden por todo el país, incluso por el extranjero …

-            Algunos policías han sido asesinados … en Niigata … discretamente … sin llamar apenas la atención: apuñalados en plena calle … en concurridos mercados … las puntas de los puñales entraron por las axilas y les perforaron el corazón … todo parece apuntar a la acción de un mismo asesino … un experto apuñalador … muertos todos en acto de servicio … en el acto … no tuvieron tiempo ni siquiera para defenderse … me dijo en la reunión de la Comisión que tiene usted alguna idea de quién puede ser … por su “modus operandi” … ¿un Morimoto? …   

-            Un Takahashi … uno de los que escapó de Shizuoka y se unió a los Morimoto … los Takahashi son expertos en el manejo de las armas blancas …

-            El agente Oyama fue apuñalado en la sauna del hotel en el que se alojaba … el asesino procedió de manera similar a como hizo con los otros pero … como sabe … el agente Oyama fue … castrado … también …

  Azuma Toshitami siente un estremecimiento cuando Nakamura Kentaro le recuerda la manera en que encontró la muerte su subordinado … las palpitaciones de su corazón casi se perciben en las venas que le protuberan en la sien … lo que Nakamura no puede percibir es que al  policía el pene se le ha endurecido un poco en la prenda íntima que porta por debajo del pantalón … el agente Azuma parece boquear un poco mientras Nakamura prosigue:

-            El agente Oyama era un hombre alto y fuerte … pesaba casi cien kilos … practicaba la halterofilia … no era un hombre que se dejara intimidar … en su cuerpo aparecen señales de que mientras era atacado ofreció resistencia … pero la punta del puñal penetró con total precisión por su axila izquierda y profundizó hacia el corazón … el agente Oyama se ahogó en su propia sangre … el análisis forense indica que ya estaba muerto cuando el asesino … castró el cadáver … pero sus genitales no aparecieron hasta que …

 Azuma Toshitami es incapaz de mantener la mirada de Nakamura cuando este busca sus ojos con los suyos … finge observar con atención el mapa de las prefecturas de policía mientras su superior prosigue un relato que no quiere escuchar:

-            … su novia abrió aquel paquete postal ... los padres de la joven nos avisaron inmediatamente … la policía científica determinó que los genitales pertenecían al agente Oyama: la emasculación fue tan profunda que el asesino le extirpó las cuerdas espermáticas … el agente Oyama estaba preparando su boda con aquella muchacha … estaban los dos muy enamorados … soñaban con formar su familia … la muchacha está ahora en tratamiento psiquiátrico … intentó suicidarse … cortarse las venas … no lo está pudiendo superar … Azuma Toshitami … tenemos que vengar al agente Oyama … tenemos que cazar a ese cabrón que lo mató … que lo castró … que destrozó su vida y la de esa muchacha con la que se iba a casar …

 Azuma Toshitami parece tan aturdido que es apenas consciente de la erección que presiona contra el algodón de su prenda interior por debajo del pantalón … balbucea un poco mientras abate los ojos que aún no pueden sostener la mirada de su superior y consigue por fin pronunciar con coherencia:

-            El agente Oyama era uno de nuestros mejores hombres: como sabe asistí a su funeral meses antes de la defunción de Nuestro Emperador, ofrecí mis condolencias a sus padres y a su prometida … pero … no supe hasta algunas semanas después que había sido … castrado … lo que hicieron después con … sus genitales … es algo infame … propio de unos tiempos de barbarie que esos criminales quieren hacer resucitar en nuestra nación …

-            Azuma Toshitami … no podemos permitir que vuelvan a nuestra nación los tiempos de una anarquía ancestral en la que los bandidos imponían sus propias leyes en sus territorios … somos un Estado moderno desde la Era Meiji (“era del culto a las reglas”) y esas reglas deben ser respetadas por todos … los clanes criminales no pueden seguir controlando la economía de nuestra nación y corrompiendo a nuestra clase política … su esfuerzo en esta lucha que nos encomienda el Gobierno del Japón ha sido seguramente el más relevante y exitoso desde hace mucho tiempo … pasados los funerales de Nuestro Difunto Emperador los clanes criminales están concluyendo su tregua y se preparan para reorganizarse … en una Confederación del Crimen coordinada y controlada por el Clan Morimoto … Morimoto Shingo es sin duda alguna en estos momentos el criminal más peligroso del Japón y nuestra inteligencia nos indica que ha convertido Niigata en su nuevo feudo después de que en Yokohama sufrieran serios reveses a manos de nuestras fuerzas … Morimoto Shingo ha conseguido aglutinar en torno a su clan a algunas de las bandas que nosotros todavía no hemos conseguido desarticular … Morimoto Shingo es corporalmente un gigante de bárbaros bigotes que le asemejan a Genghis Khan pero no debemos dejarnos engañar por la brutalidad de su apariencia: es también un hombre de una gran inteligencia, un agudo estratega que ha considerado que la única manera de hacer prevalecer el poder de Su Clan en nuestra nación es extender sus tentáculos por todas las estructuras del Estado y de la Economía y hacernos la guerra conformando contra nosotros esa Gran Confederación Criminal …

 Azuma Toshitami escucha en silencio a Nakamura con ademán de profunda preocupación … a su superior le parece por unos momentos que el policía pudiera estar arrepentido de haber adquirido un papel tan protagónico en una empresa que a medida que se desarrollan los acontecimientos se va convirtiendo en algo parecido a una guerra de larga duración en la que las Fuerzas Policiales del Japón no tienen en absoluto garantizada la Victoria … la atención que por la sucesión de éxitos en la desarticulación de los doce clanes yakuzas atrajo Azuma Toshitami de la prensa – especialmente al conocer que fue en su juventud un atleta marcial olímpico que consiguió varias medallas de oro para el Japón – estimuló en el policía su latente exhibicionismo narcisista y por consiguiente se prestó a una sucesión de entrevistas en los periódicos, la radio y la televisión … es cierto que no desveló en esas entrevistas ningún secreto de las operaciones pero su ego se dejó “masajear” por unos elogios que casi rayaban con la adoración a un héroe nacional: exhibía el policía una falsa modestia y hablaba siempre de “la empresa colectiva contra el crimen” que él solo se encargaba de “coordinar” pero a cualquier observador perspicaz de la conducta humana no podía pasarle desapercibido el afán de protagonismo del agente Azuma y su profunda satisfacción por recibir esa admiración casi incondicional de sus compatriotas … Nakamura no obstante en estos momentos podía darse cuenta del cambio que se había producido en la aparentemente inquebrantable autosuficiencia y tozuda determinación de Azuma Toshitami en esta empresa: el policía mostraba ahora un ademán que delataba una profunda inseguridad … el tono de su voz era mucho menos seguro del que siempre le había escuchado en las reuniones de la Comisión Nacional de Seguridad, hablaba a veces en voz baja y llegaba a balbucear, esquivaba su mirada, aceptaba sus cigarrillos y fumaba casi sin parar – era evidente para Nakamura que Azuma Toshitami estaba intentando calmar una inconfesable ansiedad – por lo que su superior comenzó a pensar que su super-agente – este “James Bond” japonés – comenzaba a sentir … miedo … ¿se estaba convirtiendo en un cobarde el policía más prestigioso del país, esta especie de “héroe nacional”? … ¿temía Azuma La Muerte? … ¿Una Muerte Cómo La Que Una Mano Magnífica Le Podía Dar?

-            Tenemos que vengar al agente Oyama, Azuma Toshitami, tenemos que vengar al agente Kendo … tenemos que vengar al agente Tamura … tenemos que vengar al agente Kawaguchi … tenemos que vengar al agente Sanada … tenemos que vengar al agente Saburo … tenemos que restituir el Honor de las Fuerzas Policiales del Japón en Niigata … recobrando esa ciudad de nuestra nación de los clanes criminales que la controlan … tenemos que restituir el Poder del Estado en Niigata, Azuma Toshitami, y para esa honorable empresa … sigo contando con Usted …

-            SÍ … por supuesto … Nakamura Kentaro … por supuesto que puede contar … conmigo … 

-            ¿Está Usted dispuesto, Azuma Toshitami, a ir a Niigata y hacerse cargo personalmente allí de las operaciones policiales? Nuestros agentes están muy desmoralizados tras los asesinatos de sus compañeros: sienten en esa ciudad un clima de hostilidad que les hace sentirse como animales atrapados en un agujero, sienten que los criminales han puesto precio a su piel … el control de los clanes yakuzas sobre la economía de Niigata es mucho más importante del que nos hubiéramos podido imaginar, especialmente en las operaciones portuarias, y estoy seguro de que su presencia – convenientemente camuflado, por supuesto – entre ellos supondrá una importante inyección de moral … hemos pensado que con un poco de caracterización – algo de maquillaje de actor para envejecer los rasgos de su rostro, un tinte plateado para simular canas en su cabello, un bigote postizo blanco o gris – y un documento falso de identidad podría … hacerse pasar por un personaje ficticio en esa ciudad … sólo sus compañeros conocerían – por supuesto – su verdadera identidad y podría Usted coordinar las operaciones policiales sobre el terreno desde un lugar que aún tendríamos que determinar pero que puede ser por ejemplo la habitación de un hotel … ¿qué le parece? …

 

 Nakamura tiene la impresión de que a Azuma Toshitami le ha tomado por sorpresa esta proposición, y resulta paradójico porque nuestro policía – aunque ha coordinado la mayor parte de las operaciones desde Tokio – ha estado en primera línea de combate – codo con codo con sus agentes – en algunas de las más importantes … es cierto no obstante que en esos casos los agentes luchaban contra clanes particulares mientras que en Niigata se ha producido algo casi insólito hasta ahora: una Confederación Criminal y que esa unión de fuerzas por parte de los aliados clanes yakuzas ha dado sus frutos de sangre en los cuerpos de los seis agentes asesinados: ha sido una labor además de inteligencia porque esos policías desplazados a Niigata lo hicieron como agentes especiales de paisano en misión secreta por las especiales dificultades de esa empresa. Azuma Toshitami permaneció durante todo ese tiempo en Tokio coordinando a distancia las operaciones pero por primera vez la perspectiva del fracaso fue algo más que una posibilidad; Niigata era fundamental porque si se les permitía reorganizarse y hacerse fuertes en ese feudo los coaligados clanes volverían a extender de nuevo sus tentáculos por todo el territorio nacional. Era por tanto el momento de que el super-agente Azuma – “el James Bond japonés” – diera un decidido paso adelante y se personara en Niigata para con su presencia insuflar moral a unos hombres profundamente poseídos por el desánimo tras los asesinatos de sus seis compañeros. ¿Cómo podría Azuma Toshitami rechazar esta proposición de Nakamura sin pasar por un cobarde ante su superior, ante la Agencia Nacional de Policía, ante la Comisión Nacional de Seguridad? 

 El super-agente Azuma mantiene su voz firme cuando dice:

-            Iré a Niigata. Mis hombres me necesitan. Mi presencia entre ellos les infundirá nuevos ánimos. Estoy a su disposición, Nakamura Kentaro.

-            Tengo que confesarle, Azuma Toshitami, que hubiera deseado que se hubiera ofrecido Usted voluntariamente para ir a Niigata. Lo he estado esperando durante todas las reuniones de la Comisión Nacional de Seguridad en las que hemos tratado la complicada situación de nuestras fuerzas policiales en esa ciudad. Pero Usted … no parecía decidirse … ni siquiera cuando recibimos el cadáver castrado del agente Oyama … ni siquiera cuando supimos que su asesino había enviado sus genitales a su prometida en paquete postal … ¿qué más tenía que suceder, Azuma Toshitami, para que Usted reaccionara? … sabe muy bien que yo soy un burócrata, pero Usted NO, Azuma Toshitami, Usted es un hombre de acción, Usted entrenó a esos hombres para esa misión en particular … ahora que estamos a solas, Azuma Toshitami, tengo que decirle que entiendo que es Usted … un hombre … no un super-héroe de ficción … entiendo que como hombre haya podido tener … temor … y lo comprendo porque yo también lo tendría … si me correspondiera a mí esa misión … nuestros enemigos son muy peligrosos, Azuma Toshitami, como nos están haciendo ver … pero Usted es el policía más prestigioso del Japón … cuenta con toda nuestra colectiva cooperación pero … NO tiene Usted otra opción …

 El super-agente Azuma aprieta la mandíbula y adelanta el mentón en un ademán de absoluta determinación … sus convexos pectorales de culturista presionan contra su camisa dando muestras de una concentrada tensión que parece querer desbordarse … las palabras de Nakamura han profundizado en su alma como un cruel puñal … más cruel incluso que el que el asesino de sus compañeros ha utilizado para eliminarlos … su superior ha insinuado su cobardía … sin atreverse a ponerle nombre le ha acusado de tener temor … Azuma Toshitami está enfurecido: le gustaría en ese momento golpear a Nakamura pero sabe que no puede volver a perder los nervios … decirle a ÉL que entiende su temor … en los pómulos de bronce del policía aparecen unas rosas de rubor que no pasan desapercibidas a Nakamura … sus puños están apretados y casi parece resoplar … a ÉL, Azuma Toshitami, descendiente de una ancestral estirpe de bravos samuráis, decirle que tiene temor!

 El super-agente Azuma tiene la sensación de haber sido deshonrado por su inmediato superior pero es consciente de que la única manera de afrontar ese agravio es … ir a Niigata y encontrar allí Su Destino – Cualquiera Que Sea – Aunque Sea Una Agonía y Una Muerte Por Una Mano Magnífica Que Matándolo a Él Comenzará A Matar …

 Azuma Toshitami mira a Nakamura con un ademán de profundo reproche y le dice:

-            No he sentido … Temor … Nakamura Kentaro … me ha parecido que era mucho mejor para el desarrollo de las operaciones … permanecer en Tokio … coordinarlas desde aquí en las reuniones de la Comisión Nacional de Seguridad … la Defunción de Nuestro Emperador hizo también que Usted requiriera de mis servicios como supervisor de la Seguridad durante los funerales … he entregado a la Justicia a los capos de doce clanes criminales y seguiré entregándoles a todos los demás … Aunque Vaya Mi Vida En Esa Empresa … Nakamura Kentaro … No Temo A La Muerte … Solo Temo … El Deshonor … Me Parece Muy Injusto Su Reproche …

  Nakamura mira al super-agente Azuma y sonríe levemente para sí … sabe que ha conseguido con sus palabras encender en el alma de este hombre Lo Que Tiene Por Más Preciado: Su Sentido del Honor y que con una sola insinuación de su cobardía acaba con todos estos meses de indecisión del policía: Azuma Toshitami acudirá por fin personalmente a La Llamada de Su Destino en Niigata … sabe Nakamura también que “el policía más prestigioso del Japón” es completamente consciente de La Trascendencia de Esta Misión y de Lo Que Para Su Vida Esta Empresa Puede Suponer … ¿completamente? … bueno, “completamente” tal vez NO …

-            Me dice, profesor X-San, que nuestro policía “no era completamente consciente” de Lo Que Le Esperaba en Niigata …

-            ¿Cómo podía serlo, Hidalgo-San? … en primer lugar Azuma Toshitami tenía bastante información sobre la carrera criminal de Morimoto Shingo … pero desconocía que La Muerte Le Iba a Venir de La Mano Magnífica de Morimoto Kenzo … Morimoto Shingo había sido uno de los criminales más crueles de la Yakuza pero en esos momentos estaba en su sesentena y aquejado de una grave enfermedad que le llevaría a La Muerte pocos meses después … en esos momentos estaba tratándose contra el cáncer en una prestigiosa clínica estadounidense: los tratamientos prolongaron su vida pero no consiguieron curarle su enfermedad … durante muchos años la principal preocupación de Morimoto Shingo fue engendrar un hijo varón que le garantizara un sucesor como “oyabun” de su clan … sus sucesivas esposas solo le dieron hijas pero ningún varón … sintiéndose fatalmente enfermo presentó inesperadamente ante los suyos a aquel muchacho … Morimoto Kenzo tenía apenas dieciocho años de edad cuando se convirtió “de facto” en el nuevo Oyabun del Clan Morimoto … hubo muchos rumores sobre quién podía ser el verdadero padre de Kenzo … pero nadie en el clan se atrevía a manifestar sus elucubraciones sobre la verdadera procedencia del joven sucesor … muchos pensaban que Morimoto Shingo no era su verdadero padre - aunque Morimoto Kenzo era ya por entonces, como su supuesto padre, un auténtico jayán – y otros afirmaban que lo había tenido en secreto con una prostituta de origen mongol – corría también sangre de Genghis Khan por las venas de Shingo – y que por eso lo había tenido oculto durante todo ese tiempo en Corea …

-            Un verdadero misterio, sí, que seguramente no podremos resolver a menos que El Propio Morimoto Kenzo nos lo quiera aclarar – en caso de que Él verdaderamente lo sepa, claro está – y que me recuerda a esas Historias de la Realeza, je, je, je … materia sin duda para uno de nuestros “culebrones” latinoamericanos, ja, ja, ja … ahora entiendo en todo caso los vínculos del Muy Honorable Morimoto Kenzo con Corea …

-            Las genealogías de la Yakuza, Hidalgo-San, se asemejan de alguna manera a las de las monarquías … pero para no apartarnos en exceso de la línea principal de nuestro relato diremos que … Morimoto Kenzo Mató a Azuma Toshitami en Niigata cuando el primero apenas contaba diecinueve años de edad y el segundo treinta y siete … que aniquilando a nuestro policía … El Muy Honorable se convirtió en El Gran Oyabun de la Confederación de Clanes Yakuzas pocos meses antes de la muerte de “Su Supuesto Padre” …

-            Por consiguiente … Azuma Toshitami no sabía de la existencia de Morimoto Kenzo …

-            Así es, Hidalgo-San, fue … una auténtica sorpresa … para él … en todos los sentidos …

-            ¿Le habló Morimoto Kenzo sobre La Manera En Que Le Dio La Muerte? …

-            Me habló de Eso y de Mucho Más … Azuma Toshitami Sintió Su Encuentro con Morimoto Kenzo de Una Manera Mucho Más Profunda Que Su Muerte En Sí … En realidad La Muerte fue para nuestro policía … una liberación … por eso Su Asesino La Postergó Durante Tanto Tiempo …

-            Hmm … entiendo … mi querido profesor … me está sugiriendo que … Azuma Toshitami sufrió una prolongada tortura … seguramente de carácter sexual … está apuntando a que El Muy Honorable … después de capturarlo … lo convirtió en una especie de … esclavo sexual … no quiero que me adelante los detalles pero … ¿se está refiriendo a Eso … verdad …?

El profesor X-San se mantiene en silencio durante unos minutos: mira la fotografía de nuestro policía en la plastificada lámina de su carpeta de cuero negro y desliza de nuevo sus delicados dedos por la imagen …

-            Mire su mirada, Hidalgo-San … es la mirada de un hombre consciente de su hombría pero … con el íntimo presentimiento de su profunda vulnerabilidad … es una mirada tan noble … tan masculina … ¿qué le podríamos reprochar? … durante años esculpió su carne en el gimnasio – y la ejercitó en la palestra – para hacerla cada vez más dura y resistente … la modeló atléticamente como un escultor modela con perseverancia el más duro metal … quiso hacerla invulnerable a los inevitables estragos del Tiempo … pero no sería el Tiempo El Que Quebraría Esta Carne … Una Carne Mucho Más Dura Y Más Joven La Sometería a Un Proceso Destructor … igual que el más duro metal se doblega en el yunque al ser sometido a los golpes de un metal igual de duro pero mucho más denso … la carne de Azuma Toshitami se doblegó ante los golpes de Morimoto Kenzo … aunque al principio pareció soportar con estoica entereza los embates de Su Aniquilador … circulan por clandestinos canales testimonios audiovisuales de Su Tortura … Su Angustia ante La Aniquilación está recogida en largas horas audio-video-grabación que atesoran en sus audio-videotecas coleccionistas de alto nivel adquisitivo que se deleitan en estas “delicatessen” del género del “reality snuff” …

 

Miré entonces fíjamente al profesor X-San e interrumpí su platicar con esta pregunta-afirmación un tanto retórica:

-            Y Usted … es uno de esos coleccionistas … ¿no es cierto?

Mi querido colega y amigo me miró fijamente a su vez y me respondió:

-             Es verdaderamente asombroso, Hidalgo-San … ¿Cómo Puede Un Hombre Aullar Así Su Dolor? … ¿Quebrarse Así? ¿Suplicar A Su Verdugo La Muerte Como Una Liberación?  Porque en realidad … llegado un momento … Matarlo fue Lo Más Compasivo Que Morimoto Kenzo pudo hacer - alcanzadas Ciertas Cimas de Su Agonía – con Azuma Toshitami … Supervisor General de La Lucha Contra el Crimen Organizado en Japón …

-            ¿Recuperó el Estado Nipón … sus restos …?

El profesor X-San me mira entonces con una leve sonrisa  y suspira un poco cuando me dice con complicidad, casi susurrando:

-            No quiera saber nada más … por el momento … Hidalgo-San … cuento con su confianza … y con su paciencia … así que poco a poco … todos los pormenores … en completa confidencialidad … le confiaré …   

 

 El super-agente Azuma Toshitami acaricia con la pulpa de sus dedos el contorno de cuero negro del volante de su vehículo … a la salida de su reunión con Yakamura intenta concentrar su mente en la conducción pero desliza a veces miradas distraídas por la colmena tokiota que a través de las ventanas tintadas y a prueba de balas puede contemplar … por unos momentos las luces de neón de los letreros que anuncian su mercancía a los urbanitas parecen aturdirle … pero es en realidad el caos confuso que va pasando por su mente lo que le aturde … el policía siente una presión en el estómago que procede del centro de su pecho y le provoca un principio de náusea … esta reunión con su superior le ha afectado más de lo que él mismo se está dispuesto a confesar … unas palabras de Nakamura han bastado para dar un vuelco absoluto al mundo de aparentes seguridades que el policía había conocido hasta ahora … mientras conduce su automóvil a través de las iluminadas arterias tokiotas el policía siente de manera casi inconsciente unos leves deseos de defecar … por debajo de la prenda íntima que le cubre el pantalón su pene está endurecido por una especie de excitación … que se va convirtiendo en un urgente deseo de orinar … se pasa la punta de la lengua por los labios resecos y se los humedece con un poco de saliva … le sabe amargo el sabor de la nicotina que permanece aún en su boca … nota una especie de suave mareo y los latidos de su corazón le palpitan en las sienes … inclina un poco la cabeza hacia adelante y cierra por un momento los ojos mientras conduce … su sensación de naúsea se incrementa … dobla por una calle lateral buscando algún restaurante con accesible aparcamiento: encuentra uno por fin y aparca su vehículo ante la entrada del refectorio, sale a continuación del automóvil y bloquea automáticamente todas sus puertas … camina aceleradamente  y responde con una rápida inclinación de cabeza al sonriente saludo de un camarero que le recibe en la puerta …

-            ¿El servicio de caballeros … por favor …?

 El policía se ruboriza perceptiblemente al hacer la pregunta.

 El camarero no deja de sonreír mientras responde al policía:

-            Al fondo, hacia la derecha, bajando por unas escaleras, señor …

También un héroe nacional, “el policía más prestigioso del Japón”, “el James Bond japonés”, el último eslabón de una centenaria cadena de aguerridos samuráis ... puede sentir en algún momento una urgente necesidad de … hacer unas necesidades fisiológicas muy humanas …  

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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